Ventana
Católica
Por Don Godo / Editor de la
revista católica Nuevo Mundo
La libertad
religiosa: ¿Un derecho o una imposición?
El líder chino Mao Tse Tung afirmaba que las
religiones eran algo así como el opio de de los pueblos. El carismático
político chino lideró su pueblo desde la década de los años cincuenta hasta su
muerte, cuando fue sustituido por un régimen capitalista en lo económico y
socio-comunista en lo ideológico.
Es posible que el líder de la china
continental tuviera la razón. Parece que las religiones operan como un sistema
de atracción obligatoria.
Cuando nos arriesgamos a introducir este
conflictivo y espinoso tema con la teoría de Mao Tse Tung, lo hacemos en la
seguridad de encontrar comprensión en los varios pinitos colores de las religiones
en el mundo de hoy.
Pero la razón fundamental de este artículo no
es analizar ni profundizar en el gran laberinto de la religiosidad en pleno
disfrute del siglo XXI, sino hacer acopio de la interpretación que le dan
diversos grupos o comunidades y como se manifiestan las diversas culturas en
sus cultos, oraciones y alabanzas a Dios.
En mi concepto personal, como militante
católico y fiel creyente en Jesucristo y su doctrina, no encuentro mal que los “hermanos
separados”, de cualquier afiliación u religión profesen su fe y practiquen sus
ejercicios espirituales. Creo que este concepto es el que sustenta la libertad
religiosa al que todo ser humano tiene derecho.
Este es el símbolo de la iglesia evangélica pentecostal |
Sin darles más vuelta al pastel, quiero
tratar sobre el tema del libertinaje religioso que hoy se busca poner en
práctica, especialmente en segmentos de la sociedad que todavía no alcanzan el
nivel de educación requerida para lograr un buen comportamiento entre grupos étnicos
o vecindarios aledaños.
En una ocasión leí en Estados Unidos que allí
se practicaban más de 400 lenguas extranjeras e igual cantidad de religiones
foráneas, pero ese dato no me sorprendió y tampoco pude comprobarlo a nivel
personal, porque en ese momento no me interesaba en lo absoluto el tema en
cuestión.
Como atesora el ciudadano común y corriente,
vamos al grano y a lo que vinimos. Yo soy periodista de profesión, militante
católico y ciudadano común al mismo tiempo. Resido en una barriada que lleva
por nombre Ensanche Espaillat, en la ciudad de Santiago de los Caballeros,
República Dominicana, y para más pinta, en la calle 2, casa número 42, consigno estos datos por si alguien se atreve a discutir los pormenores de este espinoso
tema.
A sólo 20 metros de distancia de mi residencia funciona una iglesia
pentecostal (de evangélicos contertidos) acostumbra decir mi vecindario, los fieles y
miembros de esta iglesia al parecer profesan una fe que proclama el reino de
Dios y el reconocimiento a Jesucristo, pero desde fuera se sufre el impacto del
escándalo de sus prédicas cotidianas. Al parecer, este tipo de secta es populista y en ella
puede ser predicador cualquier fanático que se adhiera a sus costumbres
rituales.
Hemos tenido que soportar la descarga
involuntaria de nuestra parte durante largo tiempo, hemos escuchado a
verdaderos ignorantes predicando y recibiendo mensajes salvíficos a su manera y
costumbre, y se nos ha informado extraoficialmente que la iglesia pentecostal es algo así como
una escuela correccional, allí han estado predicando personas que son
reconocidos con pasado delictuoso y lo que
es más dañino, sin ningún tipo de preparación pedagógica o teologal.
En realidad eso no me incumbe, eso es un problema de forma y estilo de
la corriente religiosa pentecostal que esa secta practica, lo que sí me incumbe, molesta y perjudica es el escándalo
que cada día tenemos que soportar como vecinos de estos fanáticos religiosos
que nos han tocado de frente a nuestra residencia.
Finalmente quisiera llamar la atención a las
autoridades dominicanas para que legislen claro y preciso, sobre el concepto de la
libertad religiosa, que se delimiten los
derechos, pero también las obligaciones de las entidades religiosas. No combato ninguna religión, me
defiendo de los que me agraden, esta vez a nivel de los altos decibeles que no soportan mis oídos y de la angustia que
tanto me toca soportar.@
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